sábado, 22 de febrero de 2014
Psicología del adolescente
Eduardo Spranger
En ninguna edad de la vida tiene el hombre una necesidad tan fuerte de ser comprendido como en la adolescencia. Es como si sólo mediante una honda comprensión se pudiese ayudar a salir adelante al ser en evolución. Y, sin embargo hay una multitud de circunstancias que contribuyen a dificultar e incluso impedir esta comprensión. Ya el adolescente mismo oculta, receloso ante los que le rodean, los pliegues más finos de su interior. No es la franqueza, sino la reserva, el rasgo más visible que anuncia el despertar psíquico. En lugar de la franqueza y la confianza infantiles aparece incluso frente a las personas más próximas, una reserva taciturna, una tímida esquivez, un temor al contacto psíquico. Mientras el niño sólo sabe vivir buscando apoyo en los adultos, distingue al adolescente una altanera independencia, que tiene su asiento en un mundo interior propio, y cuyo anhelo de relación con determinadas personas procede ya de su propia elección. En contraste con los fenómenos de la edad madura, es el alma del sexo masculino en estos años mucho más impenetrable todavía que la del femenino. El adolescente se protege, por decirlo así, con doble coraza. Cierto que también la muchachita hace todo lo que puede por ocultar su vida interior; más a pesar de todas sus artes resulta, en comparación con el adolescente, la criatura más transparente; y la "necesidad de complemento", que Carlota Buhler señala como rasgo esencial de la pubertad, representa aquí un papel mucho mayor, sin menoscabo del íntimo recato.
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