domingo, 13 de mayo de 2012

duelistas connotados de nuestra historia

Uno de los duelos que se plasmó en nuestros anales por la ingeniosa y graciosa salida del retado se produjo en julio de 1840 cuando el general Manuel Bulnes era candidato a la presidencia de Chile. En esa ocasión, el opositor a Bulnes, Pedro Godoy, sacó de las casillas al general a causa de los continuos ataques en el periódico “Contra la tiranía”. Harto de los malos tratos, Manuel Bulnes le envió a sus padrinos para que Godoy escogiera las armas con las que se enfrentarían. Sabiendo que Bulnes era diestro con la espada, el hábil Godoy escogió la pistola. Los padrinos de Manuel Bulnes objetaron el arma, argumentando que Godoy era de contextura muy pequeña bastante flaco a decir verdad. Y no representaría un blanco fácil, a diferencia de don Manuel, quien era muy corpulento. Considerando los resquemores de los padrinos, Godoy ofreció pintarle a Bulnes una silueta con una tiza blanca, y si la bala daba fuera de la línea demarcada, el tiro no valía. También tenemos al León de Tarapacá, Arturo Alesandri Palma (1868-1950), quien debía enfrentarse a don Guillermo Rivera, en 1920. En aquella ocasión Alesandri escogió como lugar de duelo El Cristo Redentor, en plena Cordillera de los Andes. El motivo: Alesandri era candidato a la presidencia de la Nación, y como el duelo estaba penado por ley, él podría perder su opción a llegar al Palacio de la Moneda. Por eso, si el duelo se desarrollaba en la frontera con Argentina y llegaba la policía, era más rápido pasarse al otro lado y salir libres de polvo y paja. El “león” partió con sus padrinos a la cordillera, y contrató a todos los arrieros que estuvieran disponibles, así como todas las mulas que se encontraban a disposición de qienes debían subir por aquellos inhóspitos caminos. Después de esta jugada magistral de Alesandri, él y su comitiva esperaron en vano a Rivera y a sus padrinos. Los testigos del candidato presidencial levantaron el acta solemne en la que señalaban que el contendor, es decir, Guillermo Rivera, no se había presentado en el campo de honor y que era imperioso que regresaran a la capital, ya que se estaban muriendo de frío. Pero a parte de los “duelos ingeniosos o graciosos”, también hubo trágicos. Uno de ellos ocurrió en 1915, y en el cual perdió la vida el caudillo liberal don Guillermo Eyzaguirre Rousse, trayendo además consigo el fin del diario “La Mañana”, del cual era el propietario. Ese año, la presidencia de la República era disputada por don Juan Luis Sanfuentes (por los conservadores) y Javier Ángel Figueroa (por la Alianza Liberal). En Chiloé la campaña fue extremadamente reñida, teniendo incluso como anécdotas asaltos a secretarías y amedrentamientos por parte de matones a sueldo. Los caciques conservadores, los señores Del Campo y Subiabre, se vanagloriaban de que no dejarían votar a los liberales. Es ese momento, Guillermo Eyzaguirre, de 31 años, llegó a Chiloé a defender los intereses de la Alianza Liberal haciendo las veces de “corresponsal” para su propio diario y envió un telegrama en el que señalaba que Ignacio Díaz había sido “bárbaramente golpeado con laque y manopla por la pareja de Marras”. Cuando   llegaron a la zona los ejemplares de “La Mañana”. Carlos Del Campo buscó a Eyzaguirre y le preguntó si él había enviado el telegrama a lo que Eyzaguirre respondió afirmativamente. Ante la confirmación, Del Campo le señaló: “entonces me va a dar explicaciones porque yo no aguando de nadie”. Así, el duelo el amanecer del 23 de junio en la Puntilla de Chonos, cercana a la estación ferroviaria de Castro, y para empeorar los ánimos, la noche anterior al duelo, un adherente liberal fue muerto a tiros, si bien Eyzaguirres no comentó una sola palabra a su diario sobre el duelo que lo esperaba, sí relató con lujo de detalle la muerte del liberal asesinado. En la mañana del 23 de junio, en medio de un fuerte temporal, se llevó a cabo el duelo. En esas extremas condiciones, los padrinos en vez de dar las 3 palmadas de rigor, optaron por gritar “uno dos tres”. Los testigos de Eyzaguirre aseguran que Del Campo disparó antes de tiempo, por lo que el liberal cayó mortalmente herido. En las páginas de “La Mañana”, señalaron que lo ocurrido no fue un duelo, sino un asesinato, y que la bala que acabó con la vida de su dueño, fue recibida en la espalda, cuando Eyzaguirre aún no se daba vuelta para disparar. El cadáver del malogrado caudillo liberal fue embalsamado, siendo recibido en la ciudad de Santiago como todo un Mártir.

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